A Spirit in the Tree - Noris Binet
Where Is My Father?
I wonder sometimes if it’s true! My sister and some of my brothers wonder too.
Is my father gone? Really gone? That force, which I left behind years ago when I first left my home and my country, has it finally gone? In the back of my mind the force was always present. Even when I was physically absent it was always there or, I should say, here in my mind.
Every year in my pilgrimage back home that force was there, not just waiting for me to return, but for everyone to come back to him. There were the sacred days when everything needed to stop and for us to re-open the door to past traditions and to reunite around his ever-present force, which was never tamed.
I always thought my father’s force was like a Roble , a powerful oak. But after I encountered a majestic centenarian Samán tree things changed. I had stopped along the road in my country to drink the water from a freshly-cut coconut, I was taken by the immensity and the force of this absolutely, breath-taking tree… there too resided my father!
His spirit was imprinted everywhere in its strong, solid branches, the firmness of its trunk and by the stature of its wholeness. That was him! All alone at the edge of nature standing like a warrior, looking forward beyond the road to the horizon, toward the distant mountain; there he stood in solitary unity where everything is taken care off.
The Samán (or rain tree) is an amazing tree that grows in tropical areas like my native country, the Dominican Republic. This tree stood alone, but it was enough. It drew me into its thick, gnarled, brown skin and infused me with wonder.
The tree was like my father standing in the background of my life in such a way that I always knew to come back to him with dates, cashews, almonds and other special treats since he was a man of strong appetites for particular delights. To the Samán I could bring nothing but my gaze, my reverence for the years standing alone at the edge of my world between life fading away and the promise of eternal life!
That day I was coming back from the river of Yassica where my father used to own a piece of land. I bathed in the warm water of the river and felt embraced and held like a child only to be awakened by the fresh cold water of a small stream coming from the mountain into the larger flow of the river. There, where both met -- warm and cold, I stayed; swimming back and forth in wonder, delighted by the beauty of nature for which my father lived.
Like the Samán and the river, his life was embedded by the seasons, by periods of rain, the harvest of the crops and by the fruits ripening under his gaze. Concerned by the drought that his island periodically faces, his salutation in our phone calls was always, “How is the weather there? Is it raining? “
Now, looking at the magnificent Samán tree, I ask, “My father is dead, is that true?” I wonder but no one speaks.
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El Espíritu de mi Padre en un Samán
¿Dónde está mi padre? ¡A veces me pregunto si es verdad! Mi hermana y algunos de mis hermanos se preguntan también. ¿Se ha ido mi padre? ¿Realmente ido?
¿Esa fuerza que dejé atrás hace años cuando por primera vez me fui de mi casa y de mi país se ha ido finalmente? En el fondo de mi mente esa fuerza siempre estuvo presente, incluso cuando estaba físicamente ausente estaba siempre allí o mejor dicho, aquí en mi mente.
Cada año, en mi peregrinación de retorno a mi país natal esa fuerza estaba allí, no únicamente a la espera de que yo regresara, pero de que todos retornaran a él. Eran los días sagrados, cuando todo debía detenerse para nosotros, volver a abrir la puerta a las tradiciones del pasado y reunirnos alrededor de su fuerza siempre presente, y que nunca fue domesticada. Siempre había pensado que la fuerza de mi padre era como un roble, un poderoso roble, pero después que me encontré con el majestuoso árbol centenario de Samán las cosas cambiaron.
Me había parado en la carretera en mi país a beber agua de coco recién cortado y me quede absolutamente impactada por la inmensidad y la fuerza impresionante de este árbol ... ¡y descubrí que allí también residía mi padre! Su espíritu estaba impreso por todas partes en sus ramas fuertes, sólidas, la firmeza de su tronco y la estatura de su integridad. ¡Ese era el! Completamente solo en el borde de la naturaleza, de pie como un guerrero, mirando más allá de la carretera hacia el horizonte, hacia la montaña distante; allí estaba, como una unidad solitaria en donde todo estaba cuidado. El Samán (o árbol de la lluvia) es un árbol asombroso que crece en zonas tropicales como mi país natal, la República Dominicana. Este árbol estaba solo, pero él era suficiente. Me hizo entrar en su gruesa piel, nudosa, marrón y me infundió de asombro. El árbol era como mi padre, de pie en el fondo de mi vida de tal manera que siempre supe como volver a él con dátiles, semillas de cajuil, almendras y otros regalos especiales ya que era un hombre de fuertes apetitos por delicias especiales. ¡Al Samán no le puedo llevar más que mi mirada, mi reverencia por los años estando en el borde de mi mundo entre la vida que se desvanece y la promesa de la vida eterna!
Ese día yo volvía del río de Yásica, donde mi padre fue dueño de un pedazo de tierra. Me bañé en el agua tibia del río y me sentí abrazada y sostenida como una niña solo para ser despertada por el agua fría de un pequeño arroyo que viene de la montaña y entra al flujo del río. Allí, donde ambos se reunían, cálido y frío, me quedé, nadando de la calidez a lo fresco con asombro, encantada por la belleza de la naturaleza para la que mi padre vivió. Al igual que el Samán y el río, su vida estaba regida por las estaciones, por los períodos de lluvia, la cosecha de los cultivos y por los frutos que maduraban bajo su mirada. Preocupado por la sequía que su isla enfrenta periódicamente, su saludo en nuestras llamadas telefónicas siempre fue: "¿Cómo está el clima allá? ¿Está lloviendo? "Ahora, mirando el magnífico árbol Samán, me pregunto: “Mi padre está muerto, ¿es cierto? ". Pregunto, pero nadie responde.
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